Este siglo XXI exhibe una potencia ideológica semejante al cenit de las grandes iglesias, cuando sus nociones fundamentan los intereses mas concentrados del globo.
15 de enero de 2003 se inicia un proceso político que confronta sueños (prematuros o tardíos) de un electorado que puso en escena a mandatarios de vínculos aparentemente frágiles y de brutales presagios de confrontación lanzados desde los representantes del anciano régimen en diversas funciones del Estado.
La Primera Guerra Mundial “aportó” a la psiquiatría desde las trincheras. En poco tiempo, se descubrió la relación entre zonas cerebrales, sus funciones y el resto del cuerpo. La mutilación de espacios neuronales podía modificar, sin matar, la condición psíquica del individuo. Era posible convertir la violencia en discreto y sumiso silencio.
La adaptación bélica de organismos vivos para guerras previsibles creó y desarrolló armas biológicas, formas de bio-destrucción. Hito en la historia de la guerra que redescubre, independientemente de escudos y tecnologías, la vulnerabilidad humana.
El triunfo del Partido Republicano en las elecciones del martes 5 de noviembre no es una variante del reiterativo círculo de la administración de Estados Unidos. El fracaso electoral del Partido Demócrata tampoco corresponde a los periódicos retrocesos que los dos partidos han sufrido o disfrutado en momentos previsibles (casi preestablecidos) de agotamiento o desgaste…
Con las guerras de la Independencia se crearon nuestras repúblicas. En ese principio, los pueblos vernáculos, siguieron en la penumbra de la conciencia colectiva. La conquista marcó para siempre las estructuras de Estados latinoamericanos que reconquistan periódicamente a la población también con otras armas, la producción de la subjetividad colectiva.
La administración norteamericana decidió excluir a Ecuador del Tratado de Preferencias Arancelarias Andinas y Erradicación de la Droga, ATPA, por sus siglas en inglés.
Arnold J. Toynbee preguntó: “¿Han de considerarse los Estados universales sencillamente como las fases finales de las civilizaciones o como prólogo de otros Estados?”. El historiador pensaba en las ‘iglesias universales’ y las ‘hordas bárbaras’. Se añaden los imperios en su universalidad, que hasta este presente ninguno tuvo dimensión planetaria.
Se ha llegado a plantear que la imagen es todo, la verdad o la mentira. En la imagen caben aciertos, distorsiones, tácticas y estrategias. Gracias a ella, los grandes medios de comunicación, siendo parte del poder, simulan no ser fabricantes de lo que fabrican: la viciosa subjetividad colectiva.
Los hechos sociales y la comprensión de ellos se presentan y formulan envueltos en apariencias.