En el esplendor de las conquistas de Hitler, uno de sus temores creó y multiplicó los campos de concentración.
La Constitución venezolana contiene un principio trascendente: la posibilidad de revocar el mandato del Jefe de Estado. Prerrogativa de los electores que en pocos países del mundo podría no tener desastrosas consecuencias para sus respectivas estructuras de poder.
La Trigésima Cuarta Asamblea General de la OEA no despertó ninguna esperanza.
El titular de una revista afirma: «John Kerry, candidato del resto del mundo». La publicación presiente la repugnancia que el otro candidato enfrenta en el 95% de la población del planeta, al que se sumaría la voluntad del pueblo norteamericano mayoritariamente favorable a Kerry.
La guerra civil de Colombia —en esta fase inicial de regionalización— exhibe cierta mutación. Estados Unidos adquirió y dirige ideológica, política y financieramente un aspecto del conflicto ante la debilidad militar, social y administrativa del Estado colombiano.
Ninguna política requiere tanto estar precedida de un continente mayor como la política militar. Al margen de un objetivo nacional, ésta es solo recurso, casi mera táctica de intereses ajenos.
Madrid volvió a ser espacio de terror, de dudas y sospechas espeluznantes.
El 5 de marzo de 2004, diario El Comercio dirigió una positiva y alertante Carta al País. El texto tiene viso de manifiesto de la nación.
«Señores y señoras, ¡lo tenemos!». El anuncio se detuvo. Por un instante, no dijeron a quién. No era fácil comunicar la captura de no se sabe qué, de un cadáver que camina o de un símbolo.
La guerra es aún lo más notable de la historia humana. Ha sido invocada para todos los quehaceres de nuestra especie y repudiada en esas mismas ocupaciones.