Los síntomas del descontento popular se manifestaron como los del magma buscando camino. Día a día se incorporaban millares a la protesta. La memoria amenazaba con volverse combustible.
Ecuador transita un momento de parálisis en su economía. Las causas inmediatas de esta situación están ligadas a responsabilidades que se desprenden del Gobierno y el Congreso, en particular, de sus desgastados líderes reales.
Un llamado a la unidad para superar la crisis ocupa el país.
El crimen contra Jaime Hurtado González y sus compañeros, Pablo Tapia y Wellington Borja, corresponde al desmoronamiento de la vieja política. El homicidio contratado sigue siendo una de sus obras.
En este año 99, el 6 de febrero es el segundo aniversario del último golpe de Estado, drama real del quebrantamiento y la simulación del Derecho. El poder había sentido la amenaza de una política que tendía a reestructurarlo.
Ecuador necesita reconocer sus procesos reales.
Las organizaciones DP-PSC se han reencontrado para correr la misma suerte. Sus papeles -de cogobernantes, de gobierno y oposición o de feroces adversarios de ocasión- se reescriben en cada circunstancia. Unidad de «contrarios» enraizada en el ámbito crítico del presente.
Ecuador tiene dos grandes pretensiones: una, salir del subdesarrollo, que es un objetivo estratégico y otra, modernizar, reestructurar, reorganizar el proceso económico y social para incorporarse a la globalización.
El precio de la paz fue la derrota de las aspiraciones, invocaciones jurídicas y argumentos históricos del Ecuador.
Un procedimiento habitual ha triunfado. Los intereses que vienen gobernando Ecuador reeditan la crónica de los ajustes y sus justificaciones. Ahora, esta hazaña corresponde al heredero y continuador de esa política, quien cuenta con el entusiasmo de la mayoría de las élites.