Los planteamientos de las cámaras en Guayaquil invocan algunos cambios en la política económica que, al decir de sus exponentes, significarían salir de la depresión. Y es posible que así sea.
Ecuador tiene dos grandes pretensiones: una, salir del subdesarrollo, que es un objetivo estratégico y otra, modernizar, reestructurar, reorganizar el proceso económico y social para incorporarse a la globalización.
Sobre el Ecuador se amontona toda la historia -no como pasado y presente-, únicamente como presente, tiempo sin ancestros, hecho de hoy y ahora: comunidad primitiva, esclavitud secreta, campesino siervo medieval, proletarios de los siglos XVIII y XIX, obreros ‘aristocráticos’, millones de marginados sin patrón, hacendados, amos empleadores, poderosos managers, banca de usureros y de…
El poder decadente tiene capacidad para protegerse de las presiones contrarias al statu quo. Aún restablece con eficacia ilusiones y utopías perdidas en la sociedad que domina.
La globalización escapa al arbitrio de los hombres, aunque se realiza a través de su voluntad en la materialización de la capacidad inventiva, la superación de relaciones, el cambio de formas de organización, la mayor comprensión de su existencia y la aproximación de su creativa libertad a las leyes que rigen la evolución humana.
Era la época de la post-gran depresión del 29 y de la Segunda Guerra Mundial. Antagonismos brutales y hondas reflexiones económicas surgieron para congelar la crisis y la guerra. Todo aquello condujo a la formación de tribunas mundiales como la ONU y los organismos de política económica internacional, el Banco Mundial (BM) y el Fondo…