La historia universal dejó una certeza, los ejércitos cuyas armas las producen otros dependen (en algún grado) de esos otros, aunque siempre tienen presencia en relación con los intereses del poder inmediato.
En el ambiente hay un sentimiento de satisfacción. El presidente Mahuad fue derrocado. Su presencia lesionó intereses del país, infringió de manera reiterada derechos fundamentales, degradó la soberanía nacional, atentó contra la propiedad.
Emerge una nueva fuerza social. Intermediaria en los procesos productivos, afectada por la política económica impuesta hace 20 años. Discriminada y menospreciada. Corresponde a transportistas y nuevas generaciones de los pueblos indios.
El tema está planteado hace muchos años. En Ecuador, también. El país debe discutir con amplitud y disposición a renovar sus concepciones.
La historia es también la de las guerras. Su significado plausible en los grandes, resulta condenable en los pequeños. Así, se acoge a los vencedores.
Un llamado a la unidad para superar la crisis ocupa el país.
El crimen contra Jaime Hurtado González y sus compañeros, Pablo Tapia y Wellington Borja, corresponde al desmoronamiento de la vieja política. El homicidio contratado sigue siendo una de sus obras.
La violencia de la política económica y la vacuidad de las relaciones públicas constituidas en fundamento de promoción y protección del gobierno van preparando una explosiva caldera social y, a la par, su prefiguración presagia que será aplastada. El gobierno lo presiente y de manera indirecta prepara la «pacificación» interior.
El precio de la paz fue la derrota de las aspiraciones, invocaciones jurídicas y argumentos históricos del Ecuador.
La palabra del Ecuador que puede ser escuchada en el mundo nace de la profunda identificación entre el pueblo y sus Fuerzas Armadas, y germina en la capacidad de organizar la resistencia victoriosa. Junto a ella, adquiere pleno sentido práctico la objetividad del planteamiento y voluntad de paz que proclama el presidente Sixto Durán-Ballén a…