La política exterior siempre proyecta la política interna. No obstante, en Ecuador responde directamente a sugerencias, presiones e intereses externos en lo territorial, económico, político y militar.
La técnica del golpe de Estado falló. Pero rectificarán y volverán a insistir.
Los administradores del Estado ecuatoriano resolvieron inconscientemente incorporar el país a la guerra civil de Colombia.
El país perdió capacidad para regirse por sí mismo. El que pierde su moneda, pierde su política. Después de esto, lo mas grave fue haber entregado la base de Manta. Se perdió la política militar. A las Fuerzas Armadas, debilitadas por un poder degradado, se les impuso la obediencia, sin objeción alguna, ante la unipolaridad…
El diálogo Gustavo Noboa-gobierno/Antonio Vargas-CONAIE, bajo condiciones de fuerza, es otro síntoma de la vetustez del poder y su desmesurada presencia, la estrecha representatividad gubernamental y el reducido e íntimo círculo de intereses que ejercita el gobierno.
Estado que pierde su moneda, pierde la política. Más aún, si lo hizo desde la desesperación de un decadente poder que la ofreció a cambio de su permanencia en los negocios de un país que renunció a su soberanía.
La construcción del oleoducto de crudos pesados involucra todos los aspectos de la vida social. La participación del Cuerpo de Ingenieros del Ejército (CIE) ha puesto en discusión el nuevo papel de las Fuerzas Armadas.
El Plan Colombia fue concebido ante el choque de antagonismos reales por la conducción del Estado de la hermana república.
El Congreso Nacional resolvió no conocer la petición del Presidente de la CSJ encaminada a requerir un paso procesal para el enjuiciamiento al ex-Presidente Mahuad por miedo a la anulación de los juicios planteados contra el ex-Presidente Abdalá Bucaram.
Gustavo Noboa podría arbitrar en función de intereses nacionales. Su presencia en la conducción de la República no debe circunscribirse a la ruleta que maneja la banca y el aparato financiero ecuatoriano. Noboa es el producto mas visible de lo que él mismo denominó «el caos del 21 de enero».