Ecuador está atrapado en el pasado. Esa continuidad satura dramáticamente las publicitadas soluciones que carecen de trascendencia.
Un reclamo de racionalidad llama a resolver diferencias accediendo a los planteamientos tributarios del gobierno. Se contraponen a ese llamado, sectores diversos que convocan al cambio de intereses en la dirección del Estado.
La marcha del 8 de abril fue de los gremios de la producción. Protestaron contra las medidas económicas con planteamientos débiles y formas estrechas, lo que redujo el significado de la reclamación ante los ojos de la colectividad que proyectó en ellos sus propios deseos.
Los síntomas del descontento popular se manifestaron como los del magma buscando camino. Día a día se incorporaban millares a la protesta. La memoria amenazaba con volverse combustible.
Ecuador transita un momento de parálisis en su economía. Las causas inmediatas de esta situación están ligadas a responsabilidades que se desprenden del Gobierno y el Congreso, en particular, de sus desgastados líderes reales.
Un llamado a la unidad para superar la crisis ocupa el país.
Se replantea una pregunta tradicional «¿quién manda en Ecuador?». A Mahuad se le atribuye estar sometido al capricho, ilusiones y desventajas que le impone Jaime Nebot.
La inmadurez de las economías atrasadas consiente periódicamente que intereses ajenos al poder tradicional incursionen en alguna instancia del Estado. Esto basta para que ese poder reaccione en pos de la recuperación de la parcela perdida.
En este año 99, el 6 de febrero es el segundo aniversario del último golpe de Estado, drama real del quebrantamiento y la simulación del Derecho. El poder había sentido la amenaza de una política que tendía a reestructurarlo.
La violencia es arma económica.