El golpe nació de la viciosa alianza de la comunidad financiera internacional con la banca especulativa, poder que se encarga de nombrar o echar, premiar o sancionar mandatarios y funcionarios.
La red bancaria y su poder económico opera sobre la propiedad de los medios y determina su orientación garantizando la continuidad de su poder político.
El Estado-banca ha reiniciado su periódica oración por el regreso de sus mesías.
En 1995, el gobierno presidido por Sixto Durán Ballén contrató la adquisición de armas “nuevas de fábrica” con un(os) intermediario(s)-facilitadores de la camuflada venta de “basura de arsenal”, realizada por el gobierno argentino presidido por Carlos Menem.
La historia ofrece pocos momentos en los cuales la lógica y la razón conducen sus cambios. Ha evolucionado a través de la voluntad de sus actores, aunque no necesariamente desde sus arbitrios, a partir de intereses y posibilidades imperceptibles en cada comienzo, cuando se tensan las potencialidades, generalmente al margen del derecho.
El informe del Presidente al Congreso Nacional estuvo enmarcado en la denuncia del período de Jamil Mahuad. Denuncia que sirvió para encubrir la continuación de esa política, la representación de los mismos intereses que usaron al derrocado Presidente y lo convirtieron en desechable.
La judicialización de la política logra también ridículas manifestaciones y Ecuador está alcanzando el cenit.
Espasmos éticos se destacan en los medios y en la ocupación individual y colectiva. Esta tensionante y divertida circunstancia proyecta el éxito de alguna conspiración del fundamentalismo americano hoy mermado ante el resultado electoral del 4 de noviembre. Este frágil pronunciamiento le ha impuesto un alto a sus intenciones y presiona por atenuar la influencia…
Que la razón del destino del país sea la de un partido político, medio para contribuir a alcanzarla, es loable. Pero, a la inversa, imponer al país la fatalidad de un partido no solo es absurdo, sino repudiable y peligroso para la paz interior de la república.
Las ilusiones, al igual que las utopías, amparan y aposentan a grandes y pequeños movimientos humanos. Suelen constituir fuerzas positivas e indispensables en los avances históricos.