Estado que pierde su moneda, pierde la política. Más aún, si lo hizo desde la desesperación de un decadente poder que la ofreció a cambio de su permanencia en los negocios de un país que renunció a su soberanía.
Taíti Bandraputra es el nombre de uno de los Estados extinguidos del Asia Menor. Participó en disquisiciones sobre agorerías y predicciones acerca de la Primera Guerra Mundial.
La fatal descomposición del aparato administrativo, la degradación del sistema político, económico, ideológico, esa estrategia tan vecina del Plan Colombia, la base de Manta engendran dudas sobre el destino de la nación y el Estado ecuatorianos.
El éxodo de un pueblo condena siempre las causas que lo provocan y maldice a los culpables.
El Plan Colombia fue concebido ante el choque de antagonismos reales por la conducción del Estado de la hermana república.
Despachos de prensa para América Latina cubrieron las primeras planas: «¡Fraude!», «Fujimori camina hacia la ilegalidad». Fue la declaración de un portavoz del Departamento de Estado que «pidió no ser identificado».
Ecuador ingresó hace dos décadas en el reino de la especulación. «Estrechar los cinturones» fue fórmula del monetarismo; la «flotación» o las «bandas cambiarias», su técnica; los ajustes, la virtud. Todo, de espaldas a la producción y la política social, pero «dentro de la ley».
Las elecciones en Perú descubren la fortaleza de esa nación latinoamericana capaz de asimilar «chinos» y reconocer profundamente a sus «cholos».
La transición hacia una economía mundial descubre al FMI -constituido por representantes de diversos Estados, bajo la dirección del G-7 y, en última instancia, de Estados Unidos- en su absoluta obsolescencia, junto a organizaciones tales como el BM, BID, BAsD (Banco Asiático de Fomento).
La historia universal dejó una certeza, los ejércitos cuyas armas las producen otros dependen (en algún grado) de esos otros, aunque siempre tienen presencia en relación con los intereses del poder inmediato.