El forcejeo alrededor de la Corte Suprema de Justicia es síntoma de la catastrófica destrucción del Estado ecuatoriano que ha perdido autocontrol, defensas, capacidad legislativa y política.
Las cabezas de la oposición y del gobierno se imputan haber cometido violaciones varias. Del Código Penal, unas y de la Constitución, otras.
La tragedia mayor fue la pérdida de la posibilidad de conciencia del por qué y del sentido de la realidad, mas que la mutilación del sueño territorial. Si la denuncia fuese cierta, se añadiría un drama moral, un apéndice al desastre.
El 15 de enero, el Presidente rindió su informe sin considerar la situación de la nación ni su política frente a esa situación. Simplemente, trasladó los memorandos de tareas de sus Ministros y acentuó las diferencias con un sector de la oposición.
La nación está avocada a restituir una de sus fuentes mas trascendentes del derecho y la soberanía, la ciudadanía. Hoy, desorganizada, ideológicamente agredida, moralmente desarmada y políticamente confundida.
Desde 1976, a partir del reordenamiento del sistema político, el PSC, ID y DP se constituyeron en principales actores, representantes de la “modernidad financiera” que conduce al Estado.
La constitucionalidad en Ecuador, a partir del golpe de Estado de febrero del 97 –y en algunos sentidos aún antes–, ha funcionado como encubrimiento y coartada de intereses que lo han conducido al desastre.
La especulación financiera disfruta de alta rentabilidad en la agonía del Estado y su jurisdicción.
Hace mas de un año el gobierno aseguraba su costosa estabilidad con el Partido Social Cristiano que constantemente esgrimía el Tribunal Constitucional, el Ministerio Fiscal o las cortes si no se aceptaban sus pedidos. Un reflejo condicionado garantizaba respuestas favorables. No obstante, bajo la turbulenta superficie existía una amplia y verdadera identidad.
La reunión de Ministros de Defensa de los Estados del continente (Quito, 16-21 de noviembre) se consagra a las nuevas razones de los ejércitos, entre ellas la mayor, el nuevo enemigo.