El fracaso del sistema bancario especulativo se proyecta en el (su) sistema político, mas devaluado que el sucre y sin otro nexo que con la lógica del poder. De ésta extrae todo su entendimiento que semejante a “(…) la hoja de un cuchillo sin mango, hiere la mano de su dueño”. Por eso, teme exhibir la lista de deudores de la banca insolvente entre los cuales se involucran exponentes del sistema y sus testaferros.
La agotada cúpula logró la dolarización pero no captó una sola neurona de la Reserva Federal menos aún del cerebro norteamericano. Simplemente optó por orar y mendigar de rodillas ante un dios rico y armado, ya no ante uno humilde y crucificado.
La base de Manta fue la capitulación definitiva de la viciosa y ensimismada élite.
¡Cuánto desprecio despiertan estos súbditos del dólar y sus armas en lo mas avanzado de Estados Unidos!, donde sí saben –incluso, por ser “contraparte”– cómo se manejan la modernización, las autorizaciones, concesiones, privatizaciones y mas.
Parecería que la nata del sistema aspira a merecer el reconocimiento de pertenencia que un día alcanzó Anastasio Somoza, de quien un ex presidente norteamericano dijera: “sí, sabemos que es un hijo de puta, pero es nuestro…”.
Es probable que eso lo repitiera con simulada cortesía, un congresista americano a la penúltima comisión renegociadora (siempre, penúltima), al afirmar: “país que pierde su moneda, pierde su política”.
Ahora, cuando se aproxima “la fiesta democrática”, el sistema reordena sus virtudes y pecados, con ellos recrea una reciente polaridad para reagrupar voluntades ciudadanas en la “dirección correcta” (argot político USA) la misma que la trilogía del poder recita para sentirse enrumbada.
La mayor tarea recae en los implicados medios de comunicación: maquillar hasta remozar a representantes, candidatos, analistas e ideas. Todos y todas han de ser como dioses únicos, sin padre ni madre. A la par, borrar la memoria colectiva para cultivar otra vez la pasión por los mismos, en viejos, jóvenes, niños destinados a donar sangre y vísceras. Todo para falsificar la inmortalidad del viejo poder.
“Expliquemos las cosas de la manera mas simple, pero asegurémonos de que no sea mas simple que lo posible”, nos dice Einstein.