El engendro de 2000

Durante este año, se agravaron las circunstancias de existencia de Ecuador, a pesar del aparente restablecimiento de índices macroeconómicos.

El gobierno de Noboa dio continuidad a un simulacro de política económica: la dolarización. Esta nunca fue política monetaria, fue y es política militar.

Mahuad había concedido la base de Manta y puso en circulación la moneda del ejército que tiene condiciones de utilizar toda la infraestructura militar, como dice el Convenio urdido, incluso, a espaldas del Congreso.

La dolarización no supuso cambios en las instituciones que manejaban la circulación. No eran necesarios, porque simplemente se había renunciado a la soberanía monetaria. Tampoco hubo cambio en la política financiera ni en la textura de flujo y reflujo de capitales. No se adecuó la gradación del manejo económico ni la organización estatal. El régimen tributario permaneció inmutable. Lo único “transformador” fue la promesa de cumplir los mandamientos del FMI.

El gobierno no pudo confesarle al pueblo que había renunciado a la soberanía monetaria y a la política soberana, por lo tanto, a la política militar. Nuestras Fuerzas Armadas están abrumadas ideológicamente y, desde el cerebro mantense, intervendrán de acuerdo al Plan en la guerra civil del país del norte.

En perspectiva, Ecuador perdió la paz. Por mucho que la droga sea delito de lesa humanidad, el problema reside en que su tratamiento militar no corresponde a la comprensión superior mundial, y de los propios Estados Unidos, sobre la lucha contra sus diferentes manifestaciones. En el futuro, la humanidad modificará profundamente el método de aproximación a ese conflicto, y es muy probable que un día se entienda lo que hoy sucede como una cuestión subordinada a la unipolaridad militar.

El reto lo tiene la población. Ecuador tiene, sin embargo, una población trágica y dantescamente dominada. Ella es presa, además, del manejo que presenta como idénticas política y corrupción. Al pueblo le reconocen el derecho a la queja si esta es inútil, si es de una moral sin política. Por eso, a la par que se cultiva la anticorrupción, se cultiva el odio a la política.

Descubrir los nexos de la banca con el Estado, con un sector de medios de la comunicación colectiva y la guerra sería una visión política con moral. Pero eso es inabordable. El poder prefiere que se descubra que la AGD es corrupta, siempre y cuando el descubrimiento no pase de ahí.

Nuestro pueblo todavía no puede plantearse lo que, por ejemplo, la Unión Europea y algunos Estados latinoamericanos proclaman, emancipar militarmente a las fuerzas armadas nacionales de la conducción de Estados Unidos para transitar de la sumisión a la amistad. Ese paso es necesario para crear condiciones de paz y desarrollo.

El reto ya no lo tiene el Estado ecuatoriano ni quienes lo manejan. Este es un Estado privatizado, encarcelado en intereses especulativos, en la inercia de la degradación. A la par, está también en escena la decadencia del Estado, resquebrajado, subordinado de manera absoluta, sin autonomía y reclamado de autonomías a su interior, en proceso de posible fraccionamiento histórico. Gustavo Noboa Bejarano ya no puede hacer nada. A veces, algún chiste, una queja desacertada. Solo puede moverse en el ámbito del atraso que lo encumbra.

Hay responsables. No obstante, el fenómeno tiene raíz histórica.

En el futuro inmediato, Ecuador va a ser gobernando por el engendro de 2000, sin ocultamientos, al margen del derecho.