Asamblea: del ‘por qué’ al ‘para qué’

La paráfrasis de una consigna en las protestas de Nanterre de 1968 se adaptaría al porvenir del SI en la consulta: la imaginación al mando de la Asamblea.

El graffiti “la imaginación al poder” fue proclamado en un momento que no ofrecía sentido práctico. Esa carencia atenuó la idea.

Así mismo en Ecuador, el pensamiento e intereses que predominen harán -o no- de la Asamblea un instrumento de su práctica.

La Asamblea convertida en medio de concreción reagrupará también, dentro y fuera de ella, a los exponentes del poder que decae. Las entristecidas multinacionales ya no son objeto de respeto por parte de los Estados que las han usado ni de quienes las representan. Su eficacia califica cero respecto del desarrollo que pretextaron. Sus resultados las devoran y claman porque sean reemplazadas. Además, son otro talón de Aquiles del sistema imperial cuyas políticas de Estado –particularmente bélicas- han sido privatizadas hasta alcanzar el mayor desprestigio en su historia. Así lo conciben hoy algunos medios de comunicación estadounidenses.

El G-7 se esfuerza por un nuevo credo; el que prefiguró en 1989 se volvió velozmente obsoleto: la modificación de la dominación internacional está en marcha.

La élite de estrategas estadounidenses se propone gestar otro sistema. No obstante, hilos invisibles, riendas ostentosas y bozales en el hemisferio Sur permanecen intactos, aún requieren de la moralina y la criminalística que preconizaron para no debilitar el control ideológico internacional.

Las multilaterales han desgastado su capacidad de traficar con la especulación tradicional. Su papel en las invasiones de Afganistán e Irak resulta deplorable para el ciudadano común del mundo. La cultura de subordinación y adhesión al absoluto de su tecnología pierde competitividad frente a reclamos de integración y soberanía.

Está claro que en los templos FMI y BM sus sacerdotes han fracasado y los devotos se saben abandonados.

Por esta pendiente mundial que localmente corresponde a treinta años de dominio brutal, más los aliados bancarios “nacionales” y el silencio de sus medios, el sistema de partidos políticos del statu quo, al parecer, no podrá simplemente cambiar de traje en la Asamblea de Ecuador: renovará y remozará sus liderazgos, diferenciará su adhesión a la red de poder en modernización y prometerá lo siempre inevitable, el cambio generacional. No puede ir más allá.

En el seno del pueblo, el ‘por qué’ de la Asamblea era una intuición por el cambio del poder, respuesta a un ‘para qué’ hacia un proceso productivo que organice el espacio social de la diversidad étnica, cultural y de intereses de la nación y los vínculos de integración que impone la historia.

Ese ‘para qué’ de la Asamblea -atacado y percibido por el poder- enfrenta el riesgo de ser pospuesto por presencias organizativa y políticamente frágiles.

En la Asamblea, un sector del poder también podría mimetizarse, rejuvenecer y hasta volver transitoriamente tolerable el reclamo de un Estado soberano para la nación.

El sentido práctico de la Asamblea debe satisfacer la necesidad de no restituir lo que enajena al Estado.


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