La esperanza renace en la palabra del pueblo

La razón multilateral, bancaria y mediática ha sufrido una degeneración. Ahora consume los restos de su depreciada representación política, ideológica y simbólica.

Después de treinta años, sus partidos y líderes exhiben obsolescencia. Su papel ha concluido en el desastre económico, jurídico e institucional de Ecuador. Sus vínculos internacionales son abyectos y sumisos a fuerzas que hoy los desprecian como a desgastada servidumbre. El poder advierte la necesidad de renovarla. Presiente cierta tardanza. Su retórica cada vez comunica menos y la desconfianza crece.

La práctica de la política se impuso como espacio estéril por los actores más exitosos, también por sus representados: grupos de presión que se burlan de sí mismos y se asumen entre brindis y brindis como tales, pero niegan validez a toda acusación externa al ámbito de sus intimidades.

El derecho y la moralina terminaron siendo un transparente disfraz. Al fin, el pueblo, casi un auditorio, fue espectador de esa razón desnuda.

Un sector de quienes hoy están por el NO en la consulta sobre la Asamblea Constituyente representó intereses ocultos y amparados en las Constituciones de 1978 y de 1998.

De esta última convendría citar una vez o mil, y sin redundancia, la Transitoria 42 que encubrió la estafa mas grande de la República. Respecto de la Nueva Constitución de 1978, bastaría recordar la nominación que un respetable miembro de la Corte Suprema de Justicia utilizó para cualificarla: “Constitución del endeudamiento”.

Una auditoria de las obligaciones del Congreso Nacional pondría en la picota lo que legisló y lo que olvidó fiscalizar. Del Ejecutivo cuadraría cualquier carta de intención y de la Función Judicial, enumerar cuántos jueces obedecen al partido uno, al dos y al tres. Cualquiera de estos hechos sería suficiente para descubrir su impotencia histórica, algo mas grave que el carácter colusorio de semejantes actores.

Sin embargo, nada de esto inmuta al NO que pronuncian los “mandatarios” marchitos.

La razón multilateral, bancaria y publicitaria también opta levemente por representantes nuevos, impulsa que acepten con reservas la Asamblea Constituyente. Considera que en sus manos están los hilos de control para que solo cambie lo que conserve todo.

La competencia por la subordinación a intereses que han enajenado al Estado ecuatoriano fue antesala del triunfo exclusivo de aquella razón.

Hoy, la pretensión de juridicidad para regular la aparente disputa entre el Ejecutivo y el Congreso cede espacios al desconocimiento que el poder paulatinamente realiza de su descompuesta representación y silenciosamente de su propio e inmediato pasado. Busca exponentes en el seno de otras fuerzas que aunque guiadas por ánimos adversos, no necesariamente son concientes de las demandas que impone un cambio de poder.

Sin embargo, la intuición y la estampida social que se apartan de esa razón multilateral y las otras constituyen una advertencia severa. Ya no hay discurso del anciano régimen que pueda persuadir.

Para salir del oprobio del poder especulativo que volvió ausente al Estado ecuatoriano la esperanza regresa a la palabra del pueblo.