Ecuador se acaba

Se abisma más allá de la crisis económica. La pendiente cuestiona su existencia. Es inconmensurable la pérdida de recursos y condiciones de reproducción de su riqueza social. La pretendida soberanía agoniza anestesiada y premeditadamente.

La resquebrajada cohesión del Estado cede ante la ferocidad de los factores del fraccionamiento. Hiela la sangre la sensación de que Ecuador ha sido intervenido y ocupado. La pusilanimidad del poder y el miedo histórico de sus mandatarios constituyeron el principio del fin.

Una comisión del Congreso norteamericano resumió «el FMI ha chantajeado políticamente a Ecuador». Los chantajeados se sometieron a los «criterios vinculantes»; movilizaron el ejército al Norte; encubrieron la instalación de la primera base en Manta; renunciaron a la soberanía monetaria; «encargaron» la moneda a la Reserva Federal y las Fuerzas Armadas, a la ideología de la guerra fría antinarcótica; «prestaron el país» para operaciones ocultas; convirtieron a Ecuador en objetivo militar y provocaron el mayor éxodo de la población.

Los bancos privados abusaron del Banco Central, su sociedad anónima.

Ecuador está empantanado en una visión judicialista de sus conflictos. Se ha judicializado la política, la economía, la comunicación colectiva, los problemas militares.

El espíritu independentista que dio lugar al nacimiento de estas naciones desfallece. Ecuador está en peligro. Más aún, si instituciones fundamentales carecen de conducción política soberana.

El país está al borde del sepulcro con el 75% de la población económicamente activa desocupada o subocupada. El carácter fraudulento de la economía y la apropiación del Estado y de algunos de los medios de comunicación por un pequeño aparato especulativo debe ser suprimido.

El Estado ecuatoriano ha sido secuestrado por un poder estrecho que lo usufructúa. Hay que desprivatizarlo antes de que esas bandas rematen los recursos del Estado a costa de la parálisis anclada en la especulación.

Las circunstancias convocan a recuperar la soberanía monetaria, permitir que el sucre resucite. Toda moneda nacional es una deidad del espíritu popular y nacional que no debe ser asesinada, sino sumada a esfuerzos colectivos superiores. Mientras tanto, deberíamos adoptar la convertibilidad, tendencia en América Latina y posible política de un Fondo Monetario Latinoamericano.

Políticamente, se impone la organización de una nueva forma de Estado que magnifique la representatividad y la eficacia del aparato administrativo de la nación. El andamiaje del viejo régimen, en todas sus funciones, ha terminado.

Militarmente, es imprescindible una política que asegure la defensa del país ante peligros reales, no imaginarios, que proteja y enaltezca la soberanía, que coadyuve a la formación de la nación, que sea factor de integración regional, subregional y mundial, espacio de creación de ciencia y tecnología, factor de desarrollo. El Estado nacional debe ser reconstruido para el desarrollo de sus pueblos y su incorporación a la economía mundial.

Se requiere invocar la voluntad de creadores del país, de Espejo, Bolívar, Sucre, Rocafuerte, García Moreno, Olmedo, Montalvo, Alfaro, Peralta, Velasco Ibarra, Roldós, quienes podían pensar la nación entera y no en pedazos. El potencial espiritual del pueblo se hace de libertades contradictorias.

Si no se cambia el poder, Ecuador morirá. Terminaremos «obsequiando» también los recursos naturales.

Por demasía de este poder en el tiempo, Ecuador se acaba.


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