La técnica fue siempre premisa y acompañante de toda transformación social. Sus soluciones constituyen respuesta y cimiento a los desafíos de la práctica, la comprensión, la productividad y la fuerza.
El ahorro, por ejemplo, conforma un camino crucial ineludible en el mundo subdesarrollado, enfrenta a la sociedad consigo misma, enfrentamiento integrante de la cultura. Y puede cultivarse mejor si existe base técnica, infraestructura adecuada que coadyuve a ejercer sus razones. Tal el caso de un timer dispuesto a encender o apagar el tanque de agua o el foco, para no dejar «la tarea» entera a la memoria humana.
La técnica condiciona la capacidad de admitir procedimientos y plantear resultados, pero ella sola no es suficiente. El filtro real está en las ideas predominantes o en las que apenas nacen y que obsesionan. No obstante, los intereses sociales imponen la evolución que conserva y renueva.
Los ritmos y consecuencias de la técnica varían en todas partes. En los espacios del mundo desarrollado, cada adelanto estimula el conjunto. En el país también, pero el estímulo es menor, concentrado y tardío. Sus ropajes ideológicos suelen proteger celosamente convicciones pasadas y por añadidura, impermeables al avance. Se limitan a conocer preciosdel comercio exterior; algo de la comunidad andina; las cuotas asignadas a sus productos; alguna metrópoli y sus permanentes verdades; la Europa turística; los enigmas innombrables del Asia; los árabes malignos; el Japón milagroso; África, nombre y nada más; Australia, un canguro y supersticiosas generalidades. Sin embargo, no hay best seller fetichista que escape a sus miradas.
Las mutantes demandas de los Estados están atrapadas en el cambio de relaciones mundiales. La conciencia de ser parte de este conjunto no debe confundirse con la antigua certeza de estar inscritos en una trama colonial. El reordenamiento actual desata una condición destinada a superar los abismos presentes, la universalidad de la técnica.
La técnica destinada a renovar las estructuras y, en particular, el ordenamiento del Estado, contrasta los intereses sociales con los del poder. Las ideas nuevas suelen ser derrotadas en esta confrontación por la fuerza del saber tradicional. En los primeros momentos se constituyen así pírricos triunfos nacionales.
En América Latina, el problema radica en la dificultad de elevar el sentido práctico de las aspiraciones de la sociedad, abandonar la inercia y alcanzar estimulantes formas estatales de intervención en los procesos de desarrollo.
La elasticidad en el pensamiento y su permeabilidad para entender la transición mundial, de la que somos parte, condicionan el acceso al movimiento del que no podemos escapar. Se torna imprescindible tomar conciencia de los nuevos roles y nexos que tienen los mayores procesos económicos y las nuevas relaciones que substituyen caducos vínculos internacionales.
Para crecer, la política se gesta en la matriz de la cultura, la ciencia y la técnica. La creciente universalidad de la técnica que reclama actitudes mas protectoras ante la naturaleza y superiores representaciones espirituales es premisa de un posible sistema mundial que por primera vez será objeto de la acción consciente. Se trata de un horizonte. Mientras tanto, en las entrañas de esta espontánea evolución, los nombres de las técnicas vernáculas y nacionales dan paso a otros, referidos a lo universal que no reclaman otra pertenencia que la de la humanidad.
En cualquier caso, la técnica condensa y universaliza la experiencia. Por eso es formidable conquista.